Primer Domingo de Cuaresma
(Domingo de Tentación)
Solemne Procesión de la Consagrada Imagen de Jesús Nazareno de la Salvación "Protector Jurado de La Antigua Guatemala"
y Venerada Imagen de la Santísima Virgen de Dolores "Madre de nuestro Salvador"
Aldea Santa Catalina Bobadilla, La Antigua Guatemala
18 de Febrero 2018
Padre, hágase tu
voluntad
32 Llegaron a una propiedad
llamada Getsemaní, y Jesús dijo a sus discípulos. "Quédense aquí, mientras
yo voy a orar". 33 Después llevó con él a Pedro, Santiago y Juan, y
comenzó a sentir temor y a angustiarse. 34 Entonces les dijo: "Mi alma
siente una tristeza de muerte. Quédense aquí velando". 35 Y adelantándose
un poco, se postró en tierra y rogaba que, de ser posible, no tuviera que pasar
por esa hora. 36 Y decía: "Abba –Padre– todo te es posible: aleja de mí
este cáliz, pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya".
Evangelio según San
Marcos 14, 32-36
44 En medio de la angustia, él
oraba más intensamente, y su sudor era como gotas de sangre que corrían hasta
el suelo.
45 Después de orar se levantó,
fue hacia donde estaban sus discípulos y los encontró adormecidos por la
tristeza. 46 Jesús les dijo: "¿Por qué están durmiendo? Levántense y oren
para no caer en la tentación".
Evangelio según San
Lucas 22, 44-46
Madre de la
Eucaristía
53. Si queremos descubrir en toda
su riqueza la relación íntima que une Iglesia y Eucaristía, no podemos olvidar
a María, Madre y modelo de la Iglesia. En la Carta apostólica Rosarium Virginis
Mariae, presentando a la Santísima Virgen como Maestra en la contemplación del
rostro de Cristo, he incluido entre los misterios de la luz también la
institución de la Eucaristía.(102) Efectivamente, María
puede guiarnos hacia este Santísimo Sacramento porque tiene una relación
profunda con él.
A primera vista, el Evangelio no
habla de este tema. En el relato de la institución, la tarde del Jueves Santo,
no se menciona a María. Se sabe, sin embargo, que estaba junto con los
Apóstoles, « concordes en la oración » (cf. Hch 1, 14), en la primera comunidad
reunida después de la Ascensión en espera de Pentecostés. Esta presencia suya
no pudo faltar ciertamente en las celebraciones eucarísticas de los fieles de
la primera generación cristiana, asiduos « en la fracción del pan » (Hch 2,
42).
Pero, más allá de su
participación en el Banquete eucarístico, la relación de María con la
Eucaristía se puede delinear indirectamente a partir de su actitud interior. María
es mujer « eucarística » con toda su vida. La Iglesia, tomando a María como
modelo, ha de imitarla también en su relación con este santísimo Misterio.
54. Mysterium fidei! Puesto que
la Eucaristía es misterio de fe, que supera de tal manera nuestro entendimiento
que nos obliga al más puro abandono a la palabra de Dios, nadie como María
puede ser apoyo y guía en una actitud como ésta. Repetir el gesto de Cristo en
la Última Cena, en cumplimiento de su mandato: « ¡Haced esto en conmemoración
mía! », se convierte al mismo tiempo en aceptación de la invitación de María a
obedecerle sin titubeos: « Haced lo que él os diga » (Jn 2, 5). Con la
solicitud materna que muestra en las bodas de Caná, María parece decirnos: « no
dudéis, fiaros de la Palabra de mi Hijo. Él, que fue capaz de transformar el
agua en vino, es igualmente capaz de hacer del pan y del vino su cuerpo y su
sangre, entregando a los creyentes en este misterio la memoria viva de su
Pascua, para hacerse así “pan de vida” ».
55. En cierto sentido, María ha
practicado su fe eucarística antes incluso de que ésta fuera instituida, por el
hecho mismo de haber ofrecido su seno virginal para la encarnación del Verbo de
Dios. La Eucaristía, mientras remite a la pasión y la resurrección, está al
mismo tiempo en continuidad con la Encarnación. María concibió en la
anunciación al Hijo divino, incluso en la realidad física de su cuerpo y su
sangre, anticipando en sí lo que en cierta medida se realiza sacramentalmente
en todo creyente que recibe, en las especies del pan y del vino, el cuerpo y la
sangre del Señor.
Carta Encíclica
Ecclesia Eucharistia, San Juan Pablo II, Roma, Jueves Santo, 17 de abril 2003,
Capítulo 6, 53-55
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